Paridad de género en el cine: del legado silenciado a los desafíos actuales
Las mujeres han sido marginadas en la industria audiovisual tanto en los espacios de poder como en las narrativas que se construyen en pantalla. De pioneras olvidadas a luchadoras actuales, el camino ha estado lleno de obstáculos, aunque hoy más voces exigen un cine que refleje verdaderamente la diversidad del mundo. Sigue leyendo…
Inicios del cine (1890-1920): pioneras invisibilizadas
En los orígenes del cine, muchas mujeres desempeñaron un papel fundamental, aunque su legado fue silenciado con el tiempo.
Un ejemplo imprescindible: Alice Guy-Blaché, primera directora de ficción de la historia, autora de más de 1.000 películas y pionera en efectos especiales, narrativa y producción. O Lois Weber, una de las cineastas más influyentes del cine mudo, que abordó temas tan atrevidos como la pena de muerte o la igualdad salarial.
¿Qué ocurrió?
Cuando Hollywood se convirtió en una industria sólida, los estudios quedaron en manos de grandes productores… hombres. Ellas desaparecieron de los despachos, y sus aportaciones quedaron fuera de los libros de historia.
Mientras tanto, su lugar en pantalla se reducía a un arquetipo: la actriz joven y bella cuya voz tenía menos peso que su imagen.
La era dorada de Hollywood (1930-1950): estrellas sin voz
Durante estas décadas, el cine de estudio consolidó la figura de la "estrella femenina". Actrices como Bette Davis, Katharine Hepburn o Marlene Dietrich lograron un enorme reconocimiento, pero siempre bajo un sistema de control masculino: productores, directores y guionistas que decidían los papeles que encarnarían.
Los personajes femeninos estaban cargados de estereotipos: la esposa fiel, la seductora peligrosa o la mujer que debía ser “domesticada” por el amor masculino. Aunque algunas actrices desafiaron estas imposiciones, como Hepburn que rechazó papeles pasivos, las estructuras de poder seguían ocupadas por los hombres.
Décadas de cambio (1960-1980): feminismo y resistencias
Con la segunda ola feminista, comenzaron a cuestionarse las representaciones en pantalla y la falta de creadoras. En los años 60 y 70, surgieron cineastas como Agnès Varda en Francia, Chantal Akerman en Bélgica o Lina Wertmüller en Italia, que ofrecieron nuevas miradas sobre la vida de las mujeres.
Sin embargo, la industria audiovisual dominante continuaba cerrada. En Hollywood, menos del 1% de las películas estaban dirigidas por mujeres en los años 70. Incluso cuando lograban filmar, sus obras eran encasilladas como “cine de mujeres”, un término despectivo que restaba legitimidad frente al cine “universal” de los hombres.
Los años 90 y 2000: inclusión lenta
En estas décadas, la presión feminista y las transformaciones sociales forzaron a la industria a visibilizar a las mujeres. Aparecieron directoras como Kathryn Bigelow (primera mujer en ganar el Óscar a mejor dirección en 2010 por The Hurt Locker) o Sofia Coppola.
No obstante, su éxito fue la excepción y no la norma.
Las estadísticas mostraban que menos del 10% de las películas de Hollywood estaban dirigidas por mujeres, y que estas recibían presupuestos menores, menos promoción y menos confianza de los estudios. Muchas veces eran contratadas solo para proyectos con bajo riesgo comercial.
En pantalla, aunque aumentó la diversidad de personajes, seguían predominando los roles de acompañamiento masculino, reforzando la idea de que la historia principal siempre giraba en torno a los hombres.
El siglo XXI: visibilidad, brechas y movimientos sociales
En el siglo XXI, la discusión sobre género en el cine se intensificó. Informes como The Celluloid Ceiling (Universidad Estatal de San Diego) demostraron que en 2019 solo el 10,6% de las películas más taquilleras habían sido dirigidas por mujeres.
El movimiento Me Too (2017) y las denuncias contra Harvey Weinstein visibilizaron no solo la violencia y acoso que enfrentan las actrices, sino también las redes de poder que mantenían a las mujeres en silencio y fuera de los puestos de liderazgo.
En cuanto a representación, el “Test de Bechdel” se popularizó como herramienta crítica: revela que la mayoría de las películas no incluyen a dos personajes femeninos que hablen entre sí de algo que no sea un hombre. Incluso en producciones recientes, gran parte del cine sigue fallando en este simple criterio.
La interseccionalidad pendiente
La marginación es aún más marcada para mujeres racializadas, mayores o con discapacidad. La industria ha sido doblemente excluyente: pocas oportunidades laborales y estereotipos dañinos en pantalla.
Los datos de la USC Annenberg (2018) son claros:
- Solo 4% de los personajes principales eran mujeres negras.
- Menos del 2%, mujeres latinas.
- Menos del 1%, mujeres asiáticas.
La edad también pesa: mientras actores de 50, 60 o 70 años siguen protagonizando películas, muchas actrices mayores de 40 desaparecen de los papeles principales.
Retos actuales y perspectivas
Cada vez más, se están desarrollando iniciativas para revertir esta marginación: festivales que priorizan obras de directoras, programas de mentoría, cuotas de financiación y asociaciones como Women in Film o 5050x2020. Sin embargo, el cambio es lento.
La marginación histórica no solo dejó fuera a miles de creadoras, sino que configuró una cultura audiovisual dominada por miradas masculinas. Corregir esta desigualdad implica transformar estructuras de financiación, distribución y consumo, así como cuestionar los imaginarios culturales heredados.
Como hemos visto, las mujeres han sido marginadas en la industria audiovisual, en los espacios de poder y en las narrativas que se construyen en pantalla. De pioneras olvidadas a luchadoras actuales, el camino ha estado lleno de obstáculos, aunque eso está cambiando y más voces exigen un cine que refleje verdaderamente la diversidad del mundo.