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5 cosas que Shakespeare puede enseñarte sobre educación (y que puedes aplicar mañana)

Black-Friday-2025
Eloisa González

Eloisa González

Jue, 20/11/2025 - 08:14

Puede que Shakespeare no haya sido docente, ni estudiase una oposición, pero entendía algo que cualquier docente (o futuro docente) vive cada día: enseñar es tratar con personas. No con temarios, ni con páginas, ni con leyes educativas.  

Personas con miedos, dudas, expectativas y ganas de crecer. Por eso sus obras siguen presentes cuatro siglos después: porque explican cómo funcionamos, cómo actuamos y que nos mueve

Y ahí está lo interesante, ya seas docente o estés preparando una oposición: Shakespeare anticipó principios que hoy seguimos usando en pedagogía sin darnos cuenta. Principios que puedes transformar en estrategias reales para tus clases, tus exposiciones orales o tus sesiones de estudio. 

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Aquí tienes 5 lecciones shakespearianas que puedes aplicar mañana mismo en el aula, en tus exposiciones orales o en tus sesiones de estudio como opositor. 

1. La duda como pensamiento crítico 

Hamlet no es recordado por lo que hizo, sino por lo que pensó antes de hacerlo. Su duda no es debilidad; es análisis, reflexión, contraste. 

En educación (y en cualquier proceso de aprendizaje) dudar es un motor cognitivo. Indica que el cerebro está comparando hipótesis, anticipando consecuencias y evaluando opciones. 

Cómo aplicarlo en el aula: 

  • Reformula preguntas cerradas en preguntas abiertas: “¿Qué te hace dudar de esta respuesta?”, ️ “¿Qué pasaría si…?”, etc. 

  • Da tiempo de pensamiento antes de intervenir: “pausas didácticas”

  • Valora públicamente una buena pregunta. 

  • Enseña que un error justificado vale más que una respuesta rápida. 

2. La participación 

Shakespeare entendía que el ser humano comprende mejor cuando participa. Esto mismo ocurre en el aula y en cualquier proceso formativo: los alumnos aprenden mejor cuando hacen, no cuando observan.  

La pedagogía actual lo confirma a través del aprendizaje activo, el aprendizaje experiencial y las dinámicas cooperativas

Cómo llevarlo a la práctica 

  • Introduce actividades donde haya movimiento, roles o decisiones. 

  • Emplea herramientas como Kahoot, Genially o Quizizz para activar la implicación. 

  • Haz que expliquen un contenido con sus propias palabras, como si “interpretaran una escena”. 

3. La emoción enseña más que el contenido 

Shakespeare escribió para un público emocional: gente que reía, lloraba, gritaba, se enfadaba y se enamoraba durante la representación.  

Sabía que la emoción es la puerta de entrada a la atención. 

Hoy, la neuroeducación lo respalda: la amígdala activa la memoria cuando hay emoción. 

Cómo aplicarlo: 

  • Introduce un tema con una microhistoria real. 

  • Enmarca un concepto desde una pregunta que toque una experiencia personal. 

  • Trabaja con ejemplos antes que con definiciones. 

  • Humaniza los contenidos: ¿quién?, ¿por qué?, ¿para qué? 

  • Empieza tus exposiciones con una frase que despierte atención.  

4. La brevedad es el alma del ingenio 

Vivimos en un mundo donde el scroll es el rey. Todo compite por nuestra atención: vídeos de 10 segundos, notificaciones, mensajes, estímulos constantes. Y si esto afecta a cualquier adulto, imagina a un alumno en el aula… o a un tribunal escuchando una exposición durante horas. 

Shakespeare lo intuyó hace siglos. Una frase corta y directa impacta más que un discurso interminable. Es por ello por lo que no es casualidad que tantos de sus versos hayan sobrevivido intactos: porque eran claros, concisos y memorables. 

¿Qué significa esto hoy la educación y el estudio? 

  • Reduce tus instrucciones a una frase clave. 

  • Explica conceptos con una metáfora de 15 segundos. 

  • Introduce la técnica “1 minuto → 1 idea”. 

  • Diseña resúmenes visuales antes que textos largos. 

5. La identidad 

Shakespeare entendía que los personajes evolucionan. No son estáticos. Crecen, se equivocan, se transforman. 

Cada alumno, cada docente, cada opositor está también en ese proceso. La identidad no viene impuesta: se construye. 

Cómo aplicarlo: 

  • Sustituye “no sabes hacer esto” por “aún no lo dominas”. 

  • Haz seguimiento del progreso y no solo de los resultados. 

  • Trabaja el autoconcepto del alumnado con pequeñas metas. 

  • Fomenta decisiones autónomas que refuercen confianza. 

Conclusión

Shakespeare no diseñó metodologías activas, fichas de evaluación ni unidades didácticas, pero entendía algo esencial: que las personas necesitan dudar, participar, emocionarse y comprender con claridad. 

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Porque, cuatro siglos después, Shakespeare sigue recordándonos que enseñar empieza en lo humano. Y ahí es donde está la verdadera transformación educativa. 

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