Los principales miedos evolutivos en la infancia
Los miedos que acontecen durante la infancia forman parte del proceso de desarrollo infantil. Estos hacen que el niño se proteja de las posibles amenazas de un mundo que está aún por descubrir, y ayudan a que se aleje de peligros potenciales. Dichos miedos son conocidos como miedos evolutivos.
Factores que influyen en los miedos infantiles
- Capacidad simbólica. Consiste en representar situaciones en la mente. En el caso del miedo, esta capacidad conlleva poder tener miedo a lo que pueda ocurrir. El niño puede prever situaciones temidas y, pese a que estas no ocurran, puede tener miedo a lo que podría suceder.
- Pensamiento mágico del infante. Este pensamiento le provoca una dificultad para distinguir la realidad de lo que es imaginario, lo que potencia la creencia de la existencia de seres imaginarios como monstruos, brujas, etc.
- Avances en la maduración. El niño va madurando de forma progresiva permitiendo que se adapten al mundo que les rodea, sin embargo, también pueden favorecer la aparición de miedos infantiles.
- Aprendizaje social. En gran medida los aprendizajes se producen gracias a lo que el infante observa de las personas de su entorno y aprende conductas adecuadas para la sociedad, por tanto, también aprende a través de los demás a tener miedo.
Miedos evolutivos frecuentes
Se debe partir de que cada niño es diferente, por lo que los miedos que se exponen a continuación son orientativos. En concreto, entre los miedos evolutivos más frecuentes en función de la edad son los siguientes:
- De los 0 a los 12 meses
Cuando nacen, experimentan reacciones de miedo ante estímulos concretos y delimitados. Por ejemplo, acontecen respuestas de miedo ante ruidos intensos y súbitos, ante una pérdida brusca del sustento y ante cualquier estimulación muy intensa.
Sobre los 6 meses, suelen sentir miedo cuando se separan de sus padres o figuras de apego y cuando se encuentran con personas que no conocen.
- De 1 a 2 años
En este rango de edad, se mantienen los miedos anteriores. En concreto, desde el primer año, los objetos y situaciones que producen miedo se van aumentando. Suelen tener miedo ante estímulos intensos y desconocidos.
- De 2 a 4 años
Alrededor de los 2-3 años algunos niños suelen tener miedo a los animales, así como a la oscuridad, a las tormentas y a los médicos. Continúan teniendo miedo a separarse de sus padres.
- De 4 a 6 años
En este rango de edad, suelen tener miedo a personajes fantásticos e imaginarios, a las pesadillas o a quedarse solos. Igualmente, siguen manteniendo los miedos de la etapa anterior.
- De 6 a 8 años
A lo largo de esta etapa, se radicalizan más sus temores. Esto se debe al desarrollo intelectual del niño que, junto con las experiencias vividas, provoca nuevos miedos. Por ejemplo, aparece el temor a la desaprobación social, al ridículo o a la muerte.
- De 8 a 10 años
Durante este periodo continúan teniendo miedo al ridículo. Comienzan a temer a los exámenes y a los suspensos. Además, también les producen miedo las regañinas, así como que se den conflictos graves entres sus padres.
- A partir de los 10 años
A partir de esta edad en adelante, se produce una reducción significativa de los miedos que tenían hasta los seis años, pero, los de la etapa anterior continúan aconteciéndose y aparecen otros nuevos.
En concreto, los nuevos temores se relacionan con el miedo a las críticas y al rechazo por sus iguales. También sienten miedo al fracaso escolar, a las catástrofes, a los accidentes, a las enfermedades o a la muerte.
Pautas para gestionar los miedos infantiles
En la mayoría de los casos los miedos desaparecen por sí solos. En concreto, conforme se produce la maduración y progreso en sus aprendizajes, el niño va concienciándose de que hay cosas que no son reales ni van a producirse. Esto conlleva para ellos la adquisición de seguridad y autocontrol.
En este proceso, tiene una gran influencia el ambiente familiar y escolar en el que el niño se desenvuelve, así como las pautas que se lleven a cabo en presencia de los miedos, ya que esto va a hacer que se acelere su superación o, por el contrario, se frene.
En concreto, si los miedos del niño persisten y no se emplea ninguna pauta, pueden provocar que los mismos se conviertan en un problema, o en un trastorno. Algunas de las pautas para gestionarlos son:
- No ridiculizar sus temores. Se debe evitar que el niño se avergüence de sus miedos, ya que si no es así, esto tiene como consecuencia sentimientos de incomprensión o una menor confianza a la hora de expresarse.
- No ignorar los miedos. Se recomienda apoyar al niño en la búsqueda de formas de afrontar el problema, mostrándose comprensivos y apoyándolos, con una actitud sensible, aunque realista y objetiva.
- No forzar el afrontamiento, pero apoyarlo. Se debe evitar obligarle a enfrentarse a la situación temida de forma brusca, ya que esto podría conducir a que su miedo se haga más intenso.
- No dar relevancia excesiva a la reacción, pero entenderla. Si se da una excesiva atención ante una reacción de miedo, pueden condicionarla, incrementando las probabilidades de aparición de reacciones de miedo como medio para conseguir atención por parte de sus familiares o demás personas que le rodean.
- Actuar como modelo. Se debe tener cuidado a la hora de reaccionar ante ciertas situaciones estímulo, ya que el niño podría realizar una imitación de dichas reacciones, generando la aparición de nuevos miedos o a la intensificación de los que ya tiene.
Se puede afirmar que el miedo es algo natural y necesario en los infantes, pero existen ciertos casos en los que se puede complicar. En ellos, se debe intervenir en todo momento ofreciéndoles tranquilidad, siguiendo las pautas planteadas con anterioridad o acudiendo a profesionales especializados para que el problema no llegue a mayores.
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