Instruir
La definición del término hace referencia a los mecanismos por los cuales se transmiten los conocimientos, habilidades y técnicas necesarias para el desempeño de una determinada actividad. Por tanto, el concepto hace referencia a un tipo de enseñanza basada en procesos cognitivos de asociación y memoria, con el objetivo de proporcionar al alumnado la adquisición de habilidades básicas e instrumentales como, por ejemplo, la lectura o el cálculo.
En el proceso de enseñanza aprendizaje, la instrucción estaría destinada a designar la adquisición de conocimientos prácticos y teóricos propuestos por el currículo académico. El profesor transmite al alumnado los saberes característicos de cada disciplina que, posteriormente, se presentarán al alumno como objeto de examen.
La práctica de la instrucción remite a la intencionalidad del maestro. En este sentido, la instrucción consiste en un proceso intencional de educación que toma forma en un contexto organizativo preciso, la escuela. La instrucción es un acto didáctico que requiere instancias intencionales y criterios de diseño: se instruye en función de objetivos de aprendizaje previstos y mediante estrategias de comunicación educativa. La práctica de la educación pasa a través de formas de comunicación mutua entre el maestro y el alumno (codificación-descodificación-recodificación).
Aunque, en un sentido amplio, el término instruir haga referencia a la transmisión y asimilación de conocimientos, en el ámbito educativo el término ensancha su capacidad significativa. El término aparece ampliamente en toda la literatura pedagógica del siglo XX. Sin embargo, fueron las aportaciones del pedagogo J. E. Pestalozzi (1746-1827) las que introdujeron el término en las investigaciones pedagógicas y abrieron así un prolífico debate que sigue presente en nuestros días: ¿instruir o educar?
El término educar proviene del latín educĕre y significa, literalmente, sacar. El prefijo “e-“ expresa la idea de un movimiento, algo que viene conducido externamente. En este sentido, el término educar expresa sacar a la luz algo que está oculto. Por el contrario, la preposición “in” que compone el término instruir indica el sentido opuesto, es decir, introducir, meter dentro, en este caso conocimientos, nociones, creencias, etc. De aquí, provienen las dos concepciones que actualmente se tienen de cada término. Mientras que la instrucción se relaciona con la dimensión cognitiva e intelectual, encaminada a hacer que los alumnos adquieran conocimientos y habilidades, la educación, se relaciona con la adquisición de valores y, por tanto, abarcaría la dimensión afectiva y emocional del ser humano. La etimología de ambos términos puede resultar muy reveladora para entender cómo funcionan estos conceptos en el debate pedagógico.
Tradicionalmente, el término instruir ha estado relacionado con un tipo de educación en el que el alumnado aparece como objeto pasivo del proceso de enseñanza aprendizaje, es decir, como receptor de los conocimientos transmitidos por el docente. Mientras que el término educar abarcaba otras dimensiones de formación cultural y emocional del sujeto, en las cuales se consideraba había una mayor participación por parte del alumnado. A pesar de las diferencias terminológicas y de las consecuentes perspectivas educativas que tanto se han debatido a lo largo de los años, podemos concluir que no existe instrucción sin educación y viceversa. Las aportaciones más decisivas en dicho debate pedagógico apoyan una construcción de la escuela en la que ambos conceptos se complementan y dejen de verse como dos entidades separadas.
La dicotomía "instrucción/educación" permanece en pie en la práctica, a pesar de haber sido resuelta en los manuales, y se vuelve aún más significativa en el panorama del giro técnico que nuestra sociedad ha asumido en las últimas décadas. La sociedad del capital y del consumo ha obligado al hombre a educarse y especializarse sobre todo en las habilidades prácticas, lo que ha producido un reavivamiento de la problemática.