Orientación educativa
Antes de abarcar la orientación educativa, se hace esencial poner en especial consideración definir qué es orientación. Molina (2014) define la orientación como un proceso que surge en consecuencia al afrontamiento personal de situaciones desfavorecedoras. La orientación no siempre ha sido apreciada desde un paradigma científico y constructivo, de hecho, ha sido considerada a lo largo de los años, como un proceso impreciso y problemático. Sin embargo, en la actualidad este proceso es caracterizado por prevalecer en dominios académicos, brindando soporte y apoyo de tipo vocacional.
Ahora bien, teniendo como base la noción de orientación, es importante considerar que de esta surgen varias vertientes, como por ejemplo la orientación educativa. Esta amplia extensión de orientación según Bisquerra (2018) hace referencia a un sistema que brinda soporte a estudiantes, enfocándose en los problemas de carácter psicosocial que surgen en la etapa adolescente e incluso en la adultez emergente. En este sentido, este sistema se rige en base a herramientas y estrategias psicológicas, que le permiten a un individuo fortalecer lo que muchos autores llaman “personalidad resiliente”.
Por lo tanto, la orientación educativa es un proceso de carácter sistémico que proporciona ayuda a individuos que se encuentran en su trayectoria académica. Este sistema busca desarrollar y potenciar conductas vocacionales que tengan un efecto positivo en la vida misma, poniendo en consideración los problemas que se establecen en el gran cambio de vida llamado adultez emergente. Este proceso lo lleva acabo un profesional, el cual diseña una intervención continuada y sistemática, todo esto en base a los principios de protección y vinculando todos los agentes educativos que se encuentren inmersos en la vida de ese estudiante (familia, docentes, compañeros).
Las intervenciones que se realizan en la educación por un orientador se caracterizan por girar en torno a las capacidades, intereses y motivaciones del propio alumnado, todo en función a su contexto social, familiar y personal, doblegando estas cuestiones para insertarse en el mundo laboral de una forma apropiada y sana. Por ende, diversos autores como Álvarez (2018); Jacobson (1987) y Martínez (2020) destacan las características que conforman un proceso de orientación educativa, estas son:
- Servicio que se crea para ayudar a los estudiantes a explorar sus habilidades y capacidades.
- Proceso en el cual se toma en consideración la solución de problemas y la toma de decisiones.
- Servicio de carácter orientativo para el progreso académico, en cuestiones de rendimiento.
- Proceso para potenciar y desarrollar conductas vocacionales.
- Reconocimiento de capacidades en función al contexto en el que se sumerge un individuo.
- Posibles rutas para la inserción a la educación superior o al ambiente laboral.
En este sentido, la orientación educativa puede entenderse como una guía que ayuda a un sujeto a desarrollar sus afinidades, competencias, habilidades, favoreciendo sus estilos de adaptación e incluso incidiendo en la valoración personal (autoevaluación) de conocimientos y experiencias vividas. Fomentando entonces, la enseñanza saludable de técnicas y aptitudes interpersonales, que inciden de manera directamente proporcional en el desempeño de un ser humano a nivel académico y personal.
Finalmente, hay que considerar que la orientación educativa pretende descubrir el potencial de cada estudiante, extrapolándolo a la misma realidad, con el fin de crear rutas de acceso a las situaciones críticas de la sociedad, sobreponiendo la satisfacción personal en palabras de “logros” que corresponden a el desarrollo de un estado de bienestar emocional, físico y social y esto le permite a un individuo adentrarse a la sociedad, teniendo nociones sobre su mismo potencial, capacidades y habilidades, de esta manera el desarrollo humano puede tener un sentido más especifico, actuando de manera racional y objetivo.