Vulnerabilidad
El concepto vulnerabilidad comienza a utilizarse en la década de los 70 para referirse a las problemáticas por las que atravesaban las personas afectadas por catástrofes naturales. Tomando como referencia a Pérez de Armiño (2000), el enfoque del concepto pasó de lo natural, relacionado con las catástrofes naturales (terremotos, sequías y huracanes), a lo social en la década de los 80.
Desde esta perspectiva, se acepta la idea de que las catástrofes naturales son activadoras de los desastres, pero el foco no sólo se centra en ellas sino también en el “estudio de las estructuras y procesos socioeconómicos de desigualdad y pobreza como causantes de la vulnerabilidad” (Pérez de Armiño, 2000). Y es aquí donde los factores sociales cobran protagonismo y le otorgan otra dimensión al concepto de vulnerabilidad.
Desde este enfoque, es posible situar con facilidad el origen del concepto en los programas de acción humanitaria y de cooperación al desarrollo. Para la conformación del concepto, Amartya Sen aportó la clave, indicando con relación a las hambrunas, que las explicaba no por una falta de alimentos sino por la dificultad de acceso a los mismos.
Chambers (1989) la define como “la exposición a contingencias y tensión, y la dificultad para afrontarlas. La vulnerabilidad tiene, por tanto, dos partes: una parte externa, de los riesgos, convulsiones y presión a la cual está sujeto un individuo o familia; y una parte interna, que es la indefensión, esto es, una falta de medios para afrontar la situación sin pérdidas perjudiciales.”
A partir de aquí, se produjo un boom de estudios sobre vulnerabilidad que la convierte en una herramienta esencial para el diseño de las políticas públicas en materia de desarrollo socioeconómico de organismos y gobiernos.
El término vulnerabilidad se ha configurado como un hecho más medible y cuantificable, por lo que su uso se ha generalizado en el campo de los estudios sociales en detrimento de conceptos como desigualdad social. Para estudiar la vulnerabilidad social se han diseñado una serie de indicadores sociales que miden el bienestar social de las personas. Tras la primera propuesta de la OCDE, se han sucedido todas las propuestas posteriores, incluida la de las Naciones Unidas, que continúa estando vigente. Su propuesta se centra en 5 áreas principales:
CAMPOS |
DIMENSIONES |
POBLACIÓN Y DESARROLLO |
Salud Bienestar material Educación |
ERRADICACIÓN DE LA POBREZA |
Ingreso y Gasto Recursos económicos |
EXPANSIÓN DEL EMPLEO PRODUCTIVO / REDUCCIÓN DEL DESEMPLEO |
Trabajo Ambiente laboral Educación y entrenamiento |
INTEGRACIÓN SOCIAL |
Vivienda Trabajo Crimen y justicia criminal |
ESTADO DE MUJERES Y HOMBRES |
Saludos cordiales y Educación Trabajo Ingresos |
En línea con estos indicadores sociales, las iniciativas que las diversas administraciones ponen en marcha, lo hacen con la clara intención de mejorar la protección social y prevenir las situaciones de vulnerabilidad, incidiendo especialmente en las causas estructurales.
La situación de vulnerabilidad se sitúa, por tanto, en una zona intermedia entre la integración (con redes sociales y familiares de apoyo y empleo estable) y la de exclusión (sin empleo y con carencia de apoyo socio – familiar). Sería una zona inestable, con empleo precario, intermitente y con una red de apoyo menos sólida. Es por lo que, al tratarse de una zona intermedia, existe el consiguiente riesgo de introducirse en la zona de exclusión ante un cambio o pérdida de uno de los pilares.
En definitiva, el concepto de vulnerabilidad es tan importante porque cualquier miembro de la sociedad puede llegar a encontrarse en esta zona en cualquier momento de su trayectoria vital si no cuenta con los recursos necesarios, no solo económicos, sino sociales, afectivos y personales. Esto afecta no solo a los grupos con menos ingresos, sino también a aquellos con ingresos medios y altos.