Cómo elaborar un taller de psicomotricidad para niños de 3 a 5 años
Cuando hablamos de psicomotricidad o desarrollo psicomotriz nos referimos a la técnica que utilizamos para poder desarrollar el movimiento corporal, las relaciones con otras personas, control de emociones… relacionando todo entre sí.
El trabajar la psicomotricidad en un niño, le va a permitir ser capaz de llegar a controlar sus movimientos y/o sus emociones, al mismo tiempo que vamos a ayudarle en su adaptación con su entorno social.
Partes de la psicomotricidad
Podríamos decir que la psicomotricidad la componen tres partes;
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El nivel motor
Está relacionado con el movimiento del niño. Incluye el desarrollo de habilidades motoras gruesas, como correr, saltar y trepar, así como habilidades motoras finas, como agarrar objetos y manipular herramientas. El desarrollo motor es esencial para que los niños puedan interactuar de manera efectiva con su entorno, mejorando su coordinación y control corporal.
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El nivel cognitivo
En este nivel, la psicomotricidad se refiere a procesos mentales como la concentración, la creatividad y la atención. A través de actividades psicomotrices, los niños pueden mejorar su capacidad para resolver problemas, desarrollar su imaginación y mantenerse enfocados en tareas específicas. Este nivel es crucial para el desarrollo intelectual, ya que fomenta habilidades que son fundamentales para el aprendizaje académico y la vida diaria.
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El nivel social y afectivo
Este aspecto se centra en las relaciones personales y la interacción con los demás. Incluye el desarrollo de habilidades sociales como la empatía, la cooperación y la comunicación. Además, ayuda a los niños a gestionar sus emociones y a establecer vínculos afectivos saludables. La interacción en juegos y actividades grupales es una parte clave de este nivel, promoviendo el sentido de pertenencia y la autoestima.
¿Cómo elaborar un taller de psicomotricidad?
Para poder elaborar un taller en el que los niños puedan desarrollar este ámbito, en primer lugar deberemos establecer unos objetivos, centrándonos de forma más específica cuál es la parte que queremos fomentar. Posteriormente, se podrán elaborar algunas actividades que nos ayuden a cumplir esos objetivos deseados. En la mayoría de los casos, estos talleres suelen llevarse a cabo dos veces por semana, con una duración máxima de unos 50 o 60 minutos por sesión, para que al niño no le parezca aburrida y quiera participar en todo momento.
Otros datos que debemos tener en cuenta para elaborar un buen taller es que aunque alguno nos sirva de guía, siempre deberemos adaptarlo a la edad de los niños con los que vamos lo vamos a realizar, así como a las propias características que presente nuestro grupo. Es decir, deberemos ajustarnos y realizar las modificaciones que creamos oportunas según los niños con los que trabajemos, ya que no todos van a presentar las mismas características o predisposición.
Rol del monitor
El rol de la persona que va a ejecutar el taller resulta esencial, ya que una mala manera de llevar a cabo el proyecto va a perjudicar el mismo, aun siendo el mejor de todos. Por ello se debe tener en cuenta realizar una rutina. Todas las actividades deben tener una estructura muy similar, con un inicio en el que se dé una buena explicación de que es lo que se va a hacer, después se desarrollará la actividad y por último se realizará el cierre de la misma. De esta manera conseguimos que los niños se encuentren seguros en todo momento, ya que saben a qué se exponen.
El profesor debe estar vigilando que la actividad se lleve a cabo correctamente, pero debe tener cuidado con no estar demasiado encima, pudiéndolos llegar a cohibir y que no actúen de forma natural, placentera y descubriendo sus propias posibilidades. Y por último, podemos resaltar que debe tener una actitud favorable en todo momento para conseguir un ambiente seguro en el que los niños estén atentos y promuevan su autonomía.
Estructura del taller
En cuanto a la estructura de la que hablábamos anteriormente, debemos tener muy claro que se tiene que hacer en cada momento. En el inicio se debe exponer con la máxima claridad posible que es lo que se va a realizar y cómo. Una buena explicación y motivación hará que los niños vayan con una buena predisposición y con muchas ganas de participar.
En cuanto al desarrollo de la actividad, comenzaremos llevándola a cabo y observando como va transcurriendo. En caso de no desarrollarse del modo que esperábamos, deberemos ir reconduciendo y modificando el juego para de acuerdo con las reacciones y comportamientos del niño.
Para finalizar, en el cierre, preguntaremos a los participantes cómo se han sentido, que les ha parecido y si cambiarían algo que no les haya gustado.
La mejor edad para estimular la psicomotricidad es en los primeros años del niño, hasta los siete años aproximadamente. Realizar ejercicios que lo estimulen puede traer numerosos beneficios como conciencia del propio cuerpo, equilibrio, orientación, mejora de la creatividad, mejora del pensamiento y la atención o mejor adaptación al exterior, entre otras.
Fomentar todo esto desde edades tan tempranas, les va a resultar esencial para su futuro. Va a ser determinante en cuanto a cómo reaccionen, actúen e interactúen.