Cursos homologados para oposiciones

El rol del deporte en la prevención de trastornos de salud comunes en la adolescencia

Deporte salud y adolescencia
Antonio Jesús González

Antonio Jesús González

Lun, 01/09/2025 - 11:41

La adolescencia constituye una etapa de profundos cambios físicos, emocionales y sociales. En este período crítico, los jóvenes se enfrentan a riesgos como la obesidad, la ansiedad, la depresión o los problemas posturales vinculados al sedentarismo. Frente a esta realidad, el deporte y la educación física se configuran como herramientas esenciales para la adquisición de hábitos saludables y para la prevención de trastornos de salud comunes. La Organización Mundial de la Salud (2020) recomienda que los adolescentes realicen al menos 60 minutos diarios de actividad física moderada a vigorosa, incluyendo trabajo de fuerza y actividades de impacto tres veces por semana. Pero el problema está en: ¿se cumplen estas recomendaciones? 

Salud física: cimientos para la prevención 

Uno de los principales beneficios del deporte en la adolescencia es su capacidad de prevenir enfermedades crónicas asociadas al sedentarismo. Investigaciones longitudinales han mostrado que un mayor nivel de actividad física se asocia con un perfil cardiometabólico más saludable, independientemente del tiempo de sedentarismo (Ekelund et al., 2012). Esto implica que, incluso cuando los adolescentes pasan muchas horas sentados por estudios o uso de pantallas, el deporte regular actúa como un contrapeso protector. 

Además, la adolescencia es una etapa crítica para consolidar hábitos que tendrán repercusiones en la edad adulta. La práctica de ejercicio físico no solo mejora la condición física inmediata, sino que contribuye a un estilo de vida activo que favorece la calidad de vida a largo plazo (Wu et al., 2017). La motivación del alumnado resulta ser clave para consolidar dichos hábitos

Salud mental y sistema nervioso: amortiguadores del estrés 

El deporte también influye de manera decisiva en la salud emocional. Diversos estudios han demostrado que la práctica regular de actividades deportivas reduce los síntomas de depresión y ansiedad en adolescentes, actuando como un factor protector frente a problemas de salud mental (Biddle & Asare, 2011). La adolescencia es una etapa donde la presión académica, los cambios corporales y la construcción de la identidad pueden generar vulnerabilidad psicológica, y aquí el deporte se convierte en un espacio de liberación y equilibrio. 

Estos beneficios no se deben únicamente a la liberación de endorfinas. El sistema nervioso responde al ejercicio con adaptaciones que regulan el estrés y potencian la resiliencia. Asimismo, el deporte genera entornos de apoyo social y experiencias de logro que refuerzan la autoestima y la autoeficacia, contribuyendo a un bienestar sostenido en el tiempo. 

Procesos cognitivos y rendimiento académico 

El deporte no solo beneficia al cuerpo y a la mente, sino que potencia de forma directa los procesos cognitivos. Las revisiones sistemáticas muestran que los adolescentes físicamente activos presentan mejor atención, memoria de trabajo y funciones ejecutivas, aspectos esenciales para el aprendizaje (Álvarez-Bueno et al., 2017). 

El vínculo con el rendimiento académico es cada vez más evidente. Donnelly et al. (2016) señalan que la inclusión de actividad física en el horario escolar no resta tiempo de aprendizaje, sino que lo optimiza, mejorando la concentración y la capacidad de resolución de problemas. Estrategias como pausas activas, recreos dinámicos o incluso la integración de movimiento en otras asignaturas ayudan a los estudiantes a aprender mejor mientras cuidan su salud. 

Relación social y sentido de pertenencia 

El deporte constituye también una poderosa vía de socialización. Participar en equipos deportivos o en actividades colectivas fortalece la relación social, enseña a cooperar, fomenta el respeto mutuo y ayuda a gestionar conflictos. Desde la perspectiva del Positive Youth Development (PYD), el deporte ofrece oportunidades únicas para adquirir habilidades para la vida, como la comunicación, el liderazgo y la empatía (Fraser-Thomas et al., 2005). 

Estas experiencias de pertenencia a un grupo resultan esenciales para prevenir el aislamiento social, un factor de riesgo en la adolescencia que puede derivar en trastornos emocionales. Además, los programas deportivos bien diseñados favorecen un sentido de identidad positiva y permiten a los jóvenes experimentar la satisfacción de los logros colectivos. 

Calidad de vida y estilo de vida saludable 

La práctica de actividad física regular se relaciona directamente con una mejor calidad de vida relacionada con la salud. Wu et al. (2017) demostraron que los adolescentes físicamente activos reportan mayor bienestar general, mejor autopercepción corporal y más satisfacción vital. En cambio, un mayor tiempo sedentario está asociado con un deterioro en estos indicadores

Un estilo de vida activo, promovido tanto en la escuela como en el ámbito familiar y comunitario, actúa de manera transversal sobre todos los aspectos de la salud: mejora el descanso, regula los hábitos alimentarios y reduce conductas de riesgo. Por tanto, la promoción de la actividad física no debería entenderse como una recomendación aislada, sino como parte de una cultura global de salud y educación. 

El deporte, entendido desde una perspectiva educativa integral, trasciende la simple mejora del rendimiento físico. Se convierte en una herramienta clave para reducir el riesgo de múltiples trastornos comunes en la adolescencia, favoreciendo la maduración física, emocional, cognitiva y social

Promover la práctica de actividades deportivas variadas, inclusivas y adaptadas en la escuela es una inversión de futuro. Como afirman Donnelly et al. (2016), la integración del ejercicio en el ámbito educativo no solo mejora la salud de los jóvenes, sino que también potencia sus aprendizajes y su desarrollo integral. 

Referencias bibliográficas

Álvarez-Bueno, C., Pesce, C., Cavero-Redondo, I., Sánchez-López, M., Martínez-Hortelano, J. A., & Martínez-Vizcaíno, V. (2017). The effect of physical activity interventions on children’s and adolescents’ cognition and metacognition: A systematic review and meta-analysis. Journal of the American Academy of Child & Adolescent Psychiatry, 56(9), 729–738. https://doi.org/10.1016/j.jaac.2017.06.012 

Biddle, S. J. H., & Asare, M. (2011). Physical activity and mental health in children and adolescents: A review o reviews. British Journal of Sports Medicine, 45(11), 886–895. https://doi.org/10.1136/bjsports-2011-090185 

Donnelly, J. E., Hillman, C. H., Castelli, D., Etnier, J. L., Lee, S., Tomporowski, P., Lambourne, K., & Szabo-Reed, A. N. (2016). Physical activity, fitness, cognitive function, and academic achievement in children: A systematic review. Medicine & Science in Sports & Exercise, 48(6), 1197–1222. https://doi.org/10.1249/MSS.0000000000000901 

Ekelund, U., Luan, J., Sherar, L. B., Esliger, D. W., Griew, P., Cooper, A., & the International Children’s Accelerometry Database (ICAD) Collaborators. (2012). Moderate to vigorous physical activity and sedentary time and cardiometabolic risk factors in children and adolescents. JAMA, 307(7), 704–712. https://doi.org/10.1001/jama.2012.156 

Fraser-Thomas, J. L., Côté, J., & Deakin, J. (2005). Youth sport programs: An avenue to foster positive youth development. Physical Education and Sport Pedagogy, 10(1), 19–40. https://doi.org/10.1080/1740898042000334890 

Organización Mundial de la Salud. (2020). WHO guidelines on physical activity and sedentary behaviour. World Health Organization. https://www.who.int/publications/i/item/9789240015128 

Wu, X.-Y., Han, L. H., Zhang, J. H., Luo, S., Hu, J. W., & Sun, K. (2017). The influence of physical activity, sedentary behavior on health-related quality of life in children and adolescents: A systematic review. PLOS ONE, 12(11), e0187668. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0187668 

Categorizado en: